VIAJE ORNITOLÓGICO A COSTA RICA

 

VIAJE ORNITOLÓGICO A COSTA RICA

por Jana Marco

 

Hembra de Quetzal.
Fotos : © Jana Marco.

¡Pura vida! Una frase que los habitantes de la zona utilizan a modo de saludo, pero que expresa perfectamente el sentir del país de Costa Rica. Todo lo que allí puedes vivir no es ni la cuarta parte de lo que puedes imaginarte.

Costa rica es fuente de abundante biodiversidad, que se desborda a cada paso que das, desde las costas del Atlántico hasta las costas del Pacífico, pasando por los bosques lluviosos y los bosques nubosos.

Nuestro viaje comenzó el día 15 de Marzo, volando a la capital, San José, y desplazándonos rápidamente a la zona este del país, concretamente al parque nacional Tortuguero.

Jacana.
Fotos : © Jana Marco.

Las 7 horas de diferencia horaria, que harían suponer que estaríamos cansados y adormilados no hicieron mella en nosotros, pues el paisaje era tan fascinante que apenas podíamos parpadear. El traslado en buseta ya era increíble, los verdes paisajes, las plantaciones de café, banano, piñas y cañas de azúcar (sustento de la economía agraria del país), miles de aves, cada cual más original que la anterior, son algunas de las cosas que podía observar desde la ventanilla.

Una vez en Tortuguero, los canales de agua salada se abrían paso a través de la vegetación, que crecía exuberante aprovechando cualquier espacio de tierra disponible, tan solo la presencia del agua era capaz de detener su avance. Al borde de los canales, por las orillas, podíamos observar una gran cantidad de aves acuáticas como las garcillas y garzas que andaban al acecho sin preocuparse de la presencia humana. En ese momento la cámara de fotos ya se convirtió en una prolongación de mi brazo.

Garcilla Verdosa.
Fotos : © Jana Marco.

Las primeras en saludarnos fueron las cigüeñuelas americanas (Himantopus mexicanus) o soldaditos como las llaman allí, y desde entonces fue un no parar, miraras por donde miraras encontrabas ejemplares de garcilla nivosa (Egretta thula), garceta azul (Egretta caerulea), garza azulada (Ardea herodias), garcilla bueyera (Bubulcus ibis), garceta grande (Casmerodius albus) y garza tricolor (Egretta tricolor), además de andarríos maculado (Actitis macularia), ibis verde (Mesembrinibis cayennensis), ibis morito (Plegadis falcinellus) y anhinga (Anhinga anhinga).

La manera de desplazarnos era en barca, unas grandes barcas que nos permitían acercarnos mucho a las orillas para poder fotografiar martinetes coroninegros (Nycticorax nycticorax) y martinetes cabecipintos (Nyctanassa violacea) que nos observaban atentos desde sus posaderos, en las ramas de los árboles no era raro observar ejemplares tanto juveniles como adultos de garza-tigre cuellinuda (Tigrisoma mexicanus), que se

Charranes Reales.
Fotos : © Jana Marco.

arreglaban el plumaje o tomaban el sol placidamente. Cruzando de una orilla a otra del canal, podíamos ver tucanes pico iris (Ramphastos sulfuratus) que huían de los inquietos monos araña y entre las grandes hojas verdes destacaban los imponentes ojos naranjas de los basiliscos. Mientras tanto, los vencejos collarejos (Streptoprocne zonaris) volaban espectaculares entre vencejos cuellicastaños (Streptoprocne rutila) y golondrinas lomiblancas (Tachycineta albilinea).

En una de las visitas a la playa de Tortuguero, del mar caribe, donde desovan las tortugas bobas en la época de julio, agosto y septiembre, volaron por encima de mi cabeza tres ejemplares de pelícano pardo (Pelecanus occidentalis), y un rabihorcado magno (Fregata magnificens). Algo que todavía no deja de sorprenderme es la confianza que mostraban todos los animales a la presencia humana, era magnífico para tomar

Momoto.
Fotos : © Jana Marco.

fotografías desde cortas distancias y poder estudiar su comportamiento sin que nuestra presencia les influyera. Esto debe ser debido a que la mayor parte del país esta declarado parque natural y las especies tienen asegurada su tranquilidad y bienestar  Sobre los árboles, los trepadores pardos (Dendrocincla fuliginosa) y los carpinteros picoplata (Campephilus guatemalensis) hacían vida normal, existía un revuelo constante de tangara azuleja (Thraupis episcopus), tirano tropical (Tyrannus melancholicus), tangara lomiescarlata (Ramphocelus passerinii), zanate de laguna (Quiscalus nicaraguensis), (que no era tan ruidoso como el zanate grande(Quiscalus mexicanus)) y saltarín cuelliblanco (Manacus candei), además de todo tipo de reinitas. Las oropéndolas de montezuma (Psarocolius montezuma) fabricaban sus curiosos nidos colgados de la copa de los árboles, bajo la atenta mirada de los tucancillos collarejos (Pteroglossus torquatus), y los perezosos de tres dedos se alimentaban de las jóvenes hojas tranquilamente.

Mono Aullador.
Fotos : © Jana Marco.

El puntual despertador de los monos aulladores rompía el silencio matinal, y de nuevo comenzaba la aventura. Una de las mañanas descubrí la presencia de un importante grupo de charranes reales (Sterna maxima) posados en el canal aprovechando la bajada de la marea, y entre ellos se hallaba mi esperada gaviota reidora americana (Larus atricilla). Nos aproximamos en un silenciosa canoa y como de costumbre, a penas les importaba que rondáramos por allí. Continuamos remando, bien pegados a los márgenes, y en escasos segundos nos topamos con una garcilla verdosa (Butorides striatus) que se ocultaba entre el follaje. Al igual que ella, las jacanas (Jacana spinosa) y las gallaretas moradas (Porphyrula martinica) aprovechaban las primeras horas de luz para picotear algo de alimento. Rápidamente un grupo de ruidosos loros frentirrojos (Amazona autumnalis) nos avisan de la presencia de un intruso en su territorio, se trataba de varios ejemplares de lapa verde (Ara ambigua), exclusivos de la zona del caribe.

Tucancillo Collarejo.
Fotos : © Jana Marco.

Al atardecer era el momento perfecto para observar a los tranquilos caimanes que aprovechaban las últimas horas de luz, escuchando el canto de las pequeñas ranitas bluejeen y los pequeños colibríes ermitaños enanos (Phaethornis longuemareus) que cantaban por la zona. Se encontraban en las orillas de los canales más estrechos, donde la vegetación había conseguido atravesar de manera aérea, la ahora estrecha franja de agua. Estas lianas y enredaderas colgantes eran posaderos perfectos para martines pescadores de todas las especies, collarejo (Ceryle torquata), verdes (Chloroceryle americana), amazónicos (Chloroceryle amazona) y norteños (Ceryle alcyon) que se lanzaban como flechas contra los ingenuos peces.

Cambiando drásticamente de paisaje volamos en avioneta hasta Monteverde, a 1500 metros de altura, habíamos llegado al bosque nuboso, hábitat perfecto para el quetzal.

Si en Tortuguero reinaban los amaneceres, en Monteverde lo hacían los atardeceres, y al caer la noche, comenzaba la actividad de la fauna nocturna. Las ranitas de árbol cantaban sobre las hojas, y los perezosos ahora de dos dedos se desplazaban a su ritmo por las ramas, todo acompañado por el incesante canto de grillos y demás insectos.

Tangara Azuleja.
Fotos : © Jana Marco.

La presencia de colibríes era mas que abundante tanto en Tortuguero como en Monteverde, pero la verdadera maravilla del bosque nuboso, la verdadera joya, no eran ni las preciosas clorofonias cejidoradas (Chlorophonia callophrys), ni las urracas pardas (Cyanocorax morio), ni el solitario carinegro (Myadestes melanops) y su extraño canto, ni el tucancillo verde (Aulacorhynchus prasinus), sino el quetzal (Pharomachrus mocinno), el magnifico quetzal, el pájaro sagrado de los mayas, y con razón. De un brillante color verde-azulado, con un intenso color rojo carmín en el pecho y un pequeño pico amarillo, se posaba erguido y despreocupado el imponente macho de quetzal, sin ser consciente de lo que para muchos significaba su presencia.

Sin lugar a duda, lo más llamativo y asombroso de esta perfecta ave, es su larguísima cola que puede ser casi el doble de su cuerpo. Es tan sumamente esquiva y difícil de ver, que cuando decide darte el placer de observarla no puedes dejar de mirarla.

Anhinga.
Fotos : © Jana Marco.

Con esta última y fantástica observación, nos despedimos de los zopilotes negros (Coragyps atratus), los zopilotes cabecirrojos (Cathartes aura), los elanios tijereta (Elanoides forficatus) y coliblancos (Elanus caeruleus) que nos han acompañado en este maravilloso viaje. Con cientas de fotos, con más de 100 especies de aves vistas y cientos de recuerdos y experiencias, volvemos, después de pasar una semana en medio de la vida.

Dejando atrás al trogón coliplomizo (Trogon massena), a las manadas de los simpáticos coatíes, al momoto (Momotus momota) y al saltarín toledo (Chiroxiphia linearis) con su espectacular danza nupcial, embarcamos de nuevo con dirección a casa.

Sin duda un viaje inolvidable.

Deseando volver de nuevo al país de la biodiversidad, donde se encuentra el 5 % de toda la biodiversidad del mundo, haciendo un resumen del resumen, no tengo palabras para todo lo que allí se puede sentir.

¡Pura vida!."

De izquierda a derecha y de arriba abajo : Chingolo, Colibrí Brillante Frentiverde, Garceta Nivosa y Quetzal macho
 
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Redactado: Abril 2009.
Autores : Jana Marco