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LA MOCHILA DEL NATURALISTA |
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ALGUNOS DESCUBRIMIENTOS ZOOLÓGICOS RECIENTES
Dr. Fidel José Fernández y Fernández-Arroyo. PARTE I - sección a Hacia 1901, en las selvas del Congo, después de largos años de búsqueda, fue confirmado al fin que el okapi ( Okapia johnstoni ) existía realmente; y no era sólo una leyenda, ni una invención de los nativos. Este descubrimiento, que tuvo amplia resonancia en “ periódicos de todo el mundo ” ( Grzimek , 1965), causó, al parecer, una auténtica conmoción en ambientes naturalistas de la época. ¿Cómo era posible que semejante criatura hubiera permanecido desconocida hasta entonces, para el mundo occidental? El okapi prometía ser, en cierto sentido, uno de los últimos grandes hallazgos zoológicos; pues se suponía que casi toda la gran fauna del planeta (o por lo menos, la gran fauna terrestre) había sido ya descrita y registrada. A este respecto, conviene tener presentes las palabras escritas en 1957 por una autoridad en la materia, el Dr. Bernhard Grzimek : “ Cuando hoy se publica que en las nieves eternas del Himalaya existen unos antropoides gigantes (“el abominable hombre de las nieves”), (...) concitando con ello la rechifla de los científicos, deberían recordar éstos que tampoco se creyó en la existencia del okapi. ” ( Grzimek , 1965). Actualmente, el okapi ha sido elegido como el símbolo de la Sociedad Internacional de Criptozoología, que estudia los indicios o los datos sobre posibles animales cuya existencia no ha sido bien confirmada aún por la ciencia (ver Morant y Bonet , 1997). Sorprendentemente, los descubrimientos de distintas especies de vertebrados, también únicas en su género, acompañaron o siguieron al hallazgo del okapi. Entre estas especies nuevas figuraban también otros grandes mamíferos, incluso con un área de distribución bastante mayor, como por ejemplo el bongo ( Boocercus euryceros ) (1902); o el jabalí gigante ( Hylochoerus meinertzhageni ) (1904), cuyo hallazgo confirmó, una vez más, que los nativos no se confundían ni exageraban en sus descripciones, a pesar de que “ durante bastante tiempo no se hizo mucho caso de estos relatos ” ( Grzimek , 1965; pág. 188). Las selvas de África central depararon nuevas sorpresas, algunas de ellas tan increíbles como el pavo del Congo (o pavo real del Congo ) ( Afropavo congensis ); esta especie, sin ningún pariente vivo (¡a nivel de subfamilia!) en todo el continente, fue descubierta por el Dr. James Chapin hacia 1936 (después de pasar casi veinticinco años buscándola) ( Grzimek , 1965); y su situación sigue siendo muy poco conocida, hasta el extremo de que, según los datos que conocemos, después de 1982 no se registraron observaciones seguras en libertad (salvo alguna cita no confirmada) ¡durante unos diez años! ( Del Hoyo et al., 1994); aunque una investigación posterior (1993-95) confirmó su presencia en distintas áreas ( Stattersfield y Capper, 2000). Por otra parte, la misteriosa lechuza del Congo ( Phodilus prigoginei ), descubierta en marzo de 1951, no volvió a ser detectada (a pesar de los numerosos intentos que se realizaron para encontrarla) hasta que un ejemplar fue capturado (y soltado de nuevo) en mayo de 1996, en la misma región; si bien en diciembre de 1974 se había citado una observación no confirmada. Desde entonces, que sepamos, y al menos hasta fechas muy recientes, apenas se ha registrado más información, aparte de un ave que al parecer fue oída en enero-febrero de 1990 ( Del Hoyo et al., 1999). Sería larguísima (e impresionante) la relación de nuevos vertebrados que han sido descubiertos, a lo largo del siglo XX, en gran parte del mundo. Estos hallazgos no se refieren sólo a animales pequeños, o difícilmente detectables, o de movilidad reducida. Incluso una de las aves vivas de mayor envergadura (unos tres metros; Del Hoyo et al, 1992), el albatros de Amsterdam ( Diomedea amsterdamensis , según algunos Diomedea exulans amsterdamensis ), pasó desapercibida ¡hasta fines de la década de los setenta! ( González , 1983; Jouventin y Roux , 1984). En Arabia, la gacela de la reina de Saba ( Gazella bilkis ) fue registrada por primera vez en 1985 ( Morant , 1999). Conviene recordar también que uno de los reptiles vivos más grandes que existen, el dragón de Komodo ( Varanus komodensis ), que es el mayor de todos los saurios del mundo, no fue descubierto hasta 1912 (por el mayor Owens, director del Museo Zoológico de Buitenzorg, en Java) ( Bonatti , 1970). En realidad, desde muy antiguo circulaban leyendas regionales que afirmaban la existencia de poderosos dragones carnívoros en la isla indonesia de Komodo, lo cual provocaba el temor de unos y las risas de otros; las expediciones realizadas durante dieciséis años confirmaron que estas leyendas tenían “ una sólida base en la realidad ”, “ y la sonrisa de los incrédulos se heló de golpe ” ( Bonatti , 1970). Puede destacarse que, casi en el extremo opuesto en tamaño, uno de los saurios más pequeños, el camaleón Brookesia peyrierasi de Madagascar, permaneció ignorado hasta 1974 ( Morant , 1999). Por otro lado, el que posiblemente sea el mayor pez de agua dulce del Viejo Mundo, el pez gato asiático pa beuk ( Pangasianodon gigas ), fue hallado en el río Mekong en 1930 ( Morant y Bonet , 1998b). Un pez que puede medir más de cinco metros de longitud (y su boca, más de un metro de anchura), el tiburón bocagrande ( Megachasma pelagios ), fue descubierto por casualidad el 15 de noviembre de 1976, y desde entonces sólo se han capturado catorce ejemplares en todo el mundo ( Gilbert , 1984; Morant , 1999; Russo , 2000). Las capturas se refieren a lugares tan distintos como Hawai, California, Australia, Japón, Senegal, Brasil, Filipinas o Indonesia; lo que parece sugerir que este gran escualo tiene una amplia área de distribución, a pesar de que ni siquiera había la menor sospecha de su existencia. Curiosamente, esta criatura de extraño aspecto no se parece a ningún otro tiburón, hasta el extremo de que los zoólogos han tenido que establecer una familia entera para él solo. Y no es la única familia nueva de peces descubierta recientemente; por ejemplo, todos los peces linterna , capaces de emitir luz en las grandes profundidades donde viven, permanecieron ignorados hasta 1970 ( Díaz , 2001). En el mar también se han hallado nuevos grandes mamíferos, incluyendo dos especies de zifios o “ballenas picudas” del género Mesoplodon (el pigmeo ( M. peruvianus ) en 1988, y el de Bahamonde en 1997) ( Morant , 1999). Otro descubrimiento bien peculiar se refiere al varano del Yemen ( Varanus yemenensis ). En 1985, el herpetólogo alemán Wolfgang Bohme vio en la televisión, en un documental sobre el norte del Yemen, un gran lagarto (un varano) que no correspondía a ninguna especie conocida por la ciencia; lo cual dio lugar a una expedición, que en octubre de 1986, en un oasis de aquellos desiertos, logró capturar un ejemplar ( Morant, 1999). A propósito de reptiles, sólo en la isla de Madagascar se han catalogado 28 especies nuevas entre 1994 y 2000.
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