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ALGUNOS
DESCUBRIMIENTOS ZOOLÓGICOS
RECIENTES
Dr. Fidel José Fernández
y Fernández-Arroyo.
PARTE
I - sección b
También fueron descubiertas
en los últimos años, por casualidad (porque
algún ejemplar cayó en redes de anillamiento
destinadas a otras aves), varias rapaces nocturnas de Sudamérica,
como el mochuelo peludo ( Xenoglaux
loweryi ) de las selvas nubladas del Perú (único
en su género, y de cuya vida no se sabe casi nada,
ni siquiera si vuela o no), el autillo de Marshall ( Otus
marshalli ) (también en Perú), el autillo
fresco ( Otus hoyi ) (en Bolivia y Argentina),
o el mochuelo ecuatoriano ( Glaucidium
nubicola ) (en Colombia y Ecuador, en selvas nubladas
de abruptas pendientes andinas) ( Del Hoyo et al., 1999;
Fajardo , 2001). Además, a finales del siglo XX se
registró en Indonesia otra especie nueva de rapaz
nocturna, el ninox Ninox ios ,
para el que aún no hay (que sepamos) nombre vulgar.
Por increíble que resulte,
algunas especies han sido descubiertas primero en estado
fósil, años antes de averiguar que aún
seguían vivas. Un ejemplo notable lo constituye el pecarí del
Pleistoceno ( Catagonus wagneri ) (también
llamado pecarí quimilero , o taguá ),
el mayor de todos los pecaríes (los “cerdos de América”),
que era conocido por sus huesos fósiles y se suponía
extinguido desde hace unos 12.000 años. Las expediciones
realizadas entre 1972 y 1975 a la región del Chaco
(entre Argentina, Paraguay y Bolivia) permitieron recoger
relatos y cráneos de un gran mamífero al que
los nativos llamaban “ curé-buro ” (“ el
cerdo con orejas de asno ”), y que resultó ser
el mismo que se creía desaparecido hacia finales de
la era glacial ( Morant , 1999). En expediciones posteriores,
fue posible incluso filmarlo, y sus imágenes han sido
ya proyectadas en algún documental televisivo (por
ejemplo, en “ El Gran Chaco ”). Incluso en España,
y más recientemente aún, tenemos otro ejemplo
extraordinario, referido también a un vertebrado.
En la isla de Mallorca, los huesos fósiles recolectados
en la década de los setenta permitieron describir
una nueva especie de anfibios, el ferreret o sapillo
balear ( Alytes muletensis , inicialmente Baleaphryne
muletensis ) ( Sanchiz y Adrover, 1977). Años
después, se descubrió algo asombroso: la especie
vivía aún, en ciertos lugares de la Serra
de Tramuntana ( Alcover y Mayol, 1980), donde había
logrado pasar totalmente desapercibida para la ciencia, a
pesar de que Mallorca es una isla intensamente pros-pectada
por naturalistas españoles y extranjeros. El ferreret,
que en seguida fue protegido legalmente, ya ha dado lugar
a múltiples investigaciones y actuaciones de conservación
(ver Barbadillo et al., 1999, y referencias allí),
posiblemente como pocos anfibios en Europa. Además,
ha conseguido bastante popularidad. En el año 2000,
Ismael Muñoz escribió de él: “ Ha
pasado del más absoluto desconocimiento al estrellato (...). Hoy
es protagonista de reportajes para televisión y prensa
y hasta es mascota de un equipo de fútbol de Tercera
División, el Atlético Baleares. ” ( Muñoz
, 2000).
Por otra parte, es bien sabido
que en el mar se han descubierto formas de vida que se creían
desaparecidas desde hace muchos millones de años.
Quizás uno de los ejemplos más famosos sea
el celacanto ( Latimeria chalumnae ),
gran pez primitivo de extraño aspecto y de vida muy
peculiar, que se considera pariente de aquellos otros peces
que dieron origen a los vertebrados terrestres. El tremendo
descubrimiento (a partir de 1938) de que esta fascinante
criatura vivía aún, en el Océano Índico
occidental (cerca de las islas Comoras; con citas también
en Mozambique, Madagascar y Sudáfrica), “ conmocionó al
mundo científico ” ( Elvira , 1998); y motivó bastantes
expediciones y búsquedas, muchos fracasos, diversas
capturas, gran cantidad de publicaciones de todo tipo, e
incluso fotografías y películas obtenidas en
libertad (a partir de 1987; merece destacarse también
que en noviembre de 2000 fueron filmados tres ejemplares
al nordeste de Sudáfrica) (ver por ejemplo Zardoya
, 1998) . Hace muy pocos años (entre 1997
y 1998) se ha revelado otra gran sorpresa: también
existen celacantos cerca de las islas Célebes
(Indonesia), pertenecientes al parecer a una segunda especie
( Latimeria menadoensis ) (a la que los nativos
llamaban raja laut o “ rey del mar ”) , a
unos 10.000 km. de distancia de la población que se
conocía ( Eliot, 1998; Elvira , 1998; Morant , 1999;
Zardoya, 1999) . El ictiólogo Benigno Elvira
escribió en 1998: “ El hecho de que una especie
conocida localmente en Indonesia, de aspecto tan particular
y de gran tamaño, haya pasado de-sapercibida para
la ciencia hasta finales del siglo XX, no hace más
que confirmar el enorme desconocimiento que aún tenemos
de la vida marina. ” Por otra parte, la inconfundible
figura de un celacanto aparece en estatuillas de plata encontradas
en España y con unos doscientos años de antigüedad
( Morant y Bonet , 1997); lo cual induce a sospechar, aunque
nadie ha podido confirmarlo, que el celacanto quizás
haya podido sobrevivir también en alguna otra zona,
al menos hasta tiempos históricos. Otro gran vertebrado
primitivo, la cecilia Typhlonectes eilsetti (un
singular anfibio sin patas), se ha conocido gracias a un
par de ejmplares conservados en los museos, y no se sabe
si está extinguido o no ( Morant , 1999).
En los últimos años,
los descubrimientos realizados en las selvas del Vietnam
han conmocionado, de nuevo, al mundo zoológico. En
mayo de 1992, en la Reserva Natural de Vu Quang, “ una
zona tan impenetrable que ni siquiera la guerra pudo llegar
a ella ” ( Nieves , 1993), el científico británico
Dr. John McKinnon halló, en una cabaña de cazadores,
tres pares de cuernos de un extraño gran mamífero.
Meses más tarde, una expedición del WWF internacional
y del Ministerio Forestal de Vietnam confirmó la existencia
de “ un animal que no se parece a nada que haya visto
con anterioridad ” ( Nieves , 1993), aunque no consiguió verlo
vivo ni fotografiarlo. Peter Arctander , biólogo molecular
de la Universidad de Copenhague, escribió de él: “ Resulta
tremendamente excitante pensar que un animal tan grande haya
podido pasar inadvertido hasta ahora. (...) Por increíble
que parezca, estamos ante una criatura que no encaja en ninguno
de los esquemas que tenemos.” “La familia más cercana
conocida es la vacuna. (...) En parte se parece a un buey,
pero también tiene algo de cabra y algo de antílope.” (
Nieves, 1993). El nuevo animal, único en su género,
al que los nativos llamaban “ Son Duong ” (algo
así como “ cabra de los montes ”), recibió el
nombre de sao-la o buey de Vu Quang (u oryx
de Vu Quang ) ( Pseudooryx nghetinhensis ).
En realidad, se le puso nombre científico antes de
haber capturado ninguno. En 1993, José Manuel Nieves
escribió: “ Buscar sus rastros es tremendamente
difícil. Ver un ejemplar vivo, casi imposible.” De
hecho, a pesar de la enorme expectación provocada
en todo el mundo por el increíble descubrimiento,
no fue capturado un ejemplar vivo hasta junio de 1994 (una
hembra joven, confiscada a un cazador). Poco después
se capturó un segundo ejemplar, también joven.
Ambos murieron en octubre del mismo año (WWF, 1995a).
Hacia comienzos de 1995 fue capturado un tercer ejemplar,
una hembra joven (WWF, 1995b). Como señaló Luis
Miguel Domínguez en 1997, se trata de “ un animal
nuevo para la ciencia en un final de siglo en el que este
tipo de hallazgos ya nos parecía imposible, pues creíamos
que todo estaba descubierto. ” En este sentido, J. M.
Nieves apuntó: “ No parece lógico que,
a punto de atravesar la frontera del año 2000 (...),
se escape un animal de casi dos metros de largo y más
de cien kilogramos de peso. ”