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ALGUNOS
DESCUBRIMIENTOS ZOOLÓGICOS
RECIENTES
Dr. Fidel José Fernández
y Fernández-Arroyo.
PARTE
III - sección c
Actualmente,
existen especies animales oficialmente “extinguidas” que tal
vez podrían no estarlo. Uno de los ejemplos más
célebres y controvertidos, y que más expediciones
y trabajos ha motivado, lo constituye el misterioso tilacino o lobo
marsupial o tigre de Tasmania ( Thylacinus
cynocephalus ), el mayor de los marsupiales carnívoros
(aunque en tiempos prehistóricos los hubo mayores; ver
por ejemplo White y Habgood , 1985), cuyo último ejemplar
conocido murió en el zoológico de Hobart (Tasmania)
el 7 de septiembre de 1936 (el mismo año en que fue
protegida la especie); pero de cuya posible supervivencia (en
Tasmania, o en Australia, o incluso en Nueva Guinea) continúan
apareciendo bastantes indicios (ver Morant y Bonet , 1998a;
Patón y Merchante , 1989). También se ha dudado
de la supuesta extinción de un mono africano, el colobo
rojo de Miss Waldron ( Colobus [Procolobus] badius
waldroni ), descubierto en 1933-36; y del que no ha habido
noticias desde la década de los setenta, a pesar de
los grandes esfuerzos realizados para buscarlo en distintas áreas
(ver Arias , 2000; Dorst y Dandelot , 1973).
Otro caso bien notable, esta vez entre las aves, se refiere
al rascón de Nueva Caledonia o de
Lafresnaye ( Gallirallus lafresnayanus ),
incapaz de volar y capturado por última vez en 1890,
que se creyó extinguido y del que no se han registrado
observaciones fiables, hechas por ornitólogos, durante
un siglo; pero del que ha seguido habiendo diversas noticias
locales, por lo que algunos piensan que quizás sobreviva
aún, a pesar del fracaso de las búsquedas realizadas
en diferentes zonas de la citada isla del Pacífico (
Del Hoyo et al., 1996). No es la única ave insular en
situación un tanto parecida; por ejemplo, se cree que
está prácticamente extinguida la curruca
de la maleza de Aldabra ( Nesillas aldabranus ),
pájaro descubierto en 1968 en esta isla del Océano Índico
( Valente , 2002).
También pueden mencionarse varios casos de aves asiáticas
de las que no ha habido ni una sola cita reciente. Por ejemplo,
el esquivo pato cabecirrosa ( Rhodonessa
caryo-phyllacea ), único en su género y
posiblemente extinguido, aunque han seguido organizándose
expediciones en su búsqueda; la última observación
segura en libertad tuvo lugar en 1935 (ha habido noticias posteriores,
pero sin confirmar), y los últimos ejemplares cautivos
murieron en Europa en 1944/45 ( Del Hoyo et al., 1992, 2002).
Otro caso interesante, ya citado antes, se refiere al tarro
crestado . Por otra parte, de la perdiz del
Himalaya o perdicilla himalaya ( Ophrysia
superciliosa ), única en su género, no se
conoce ninguna noticia segura desde hace más de un siglo,
aunque ha habido citas no confirmadas; se ha dicho de ella
que “ el estado de su población es un enigma y resulta
extremadamente difícil obtener información ” (
Arias , 2002b; Del Hoyo et al., 1994, 2002). De la avefría
javanesa ( Vanellus macropterus ), de aspecto
un tanto peculiar, la última observación conocida
se produjo en 1939-40 ( Del Hoyo et al., 1996, 2002). Otros
ejemplos se refieren a la bonita paloma plateada ( Columba
argentina ), de la que no constan registros fiables en
los últimos años (aunque se la ha buscado); a
la paloma de corazón dorado o paloma
apuñalada de Tawitawi ( Gallicolumba menagei ),
que no ha sido observada por ornitólogos desde hace
décadas, aunque la población local continúa
señalando su presencia en algunos islotes; a la controvertida paloma
de la fruta de Negros (o tilopo de Negros )
( Ptilinopus arcanus ), que fue descubierta en 1953,
y de la que no ha habido noticias posteriores; al “casi invisible” cuco
terrestre de Sumatra ( Carpococcyx viridis ),
que no ha sido observado (que sepamos) desde 1916, y del que
sólo existen ocho especímenes disecados en los
museos [curiosamente, todos ellos proceden de zonas donde también
está o estaba presente un rinoceronte peludo gravemente
amenazado, el rinoceronte de Sumatra ( Dicerorhinus
sumatrensis )]; al autillo de Siau ( Otus
[manadensis] siaoensis ), del que no ha habido citas desde
hace más de cien años, y que ha sido buscado
sin éxito por dos expediciones recientes; y al papamoscas
azul de Rueck ( Cyornis ruckii ), conocido
por dos ejemplares hallados en Sumatra en 1917 y 1919, y sin
citas posteriores ( Arias , 2002b; Del Hoyo et al., 1997, 1999;
Grimmett y Sumarauw , 2000).
Por
otra parte, un reptil casi “virtualmente extinguido” es la tortuga
gigante de la isla de Pinta ( Geochelone [ Chelonoidis ] elephantopus
abingdoni ), en las Galápagos. De esta raza se
conoce desde hace más de treinta años un único
superviviente (un macho, “Jorge el Solitario”, que fue encontrado
en 1971); a pesar de los múltiples esfuerzos realizados
(y de la recompensa ofrecida) para localizar una hembra. (Sin
embargo, parece que en 1981 fueron hallados excrementos de
tortuga en la isla, lo cual hizo renacer alguna esperanza;
pero no ha habido más indicios, que sepamos). Una de
las razas consideradas ya como extinguidas, de la enorme tortuga
terrestre de Galápagos, es la subespecie G. e. phantastica de
la isla Fernandina (“ la más extraña de las
tortugas gigantes ”, como indica Manuel Merchán);
que estuvo durante mucho tiempo en una situación parecida,
pues el último superviviente fue un macho encontrado
en 1906 ( Bartolomé , 2001; Merchán , 1992).
Precisamente en las islas Galápagos, una expedición
española descubrió, en 1990, 35 especies nuevas
para la ciencia, sobre todo de fauna cavernícola; incluyendo
mosluscos, insectos y alguna araña; y al parecer, el
año siguiente se encontraron varias especies más
(ver Bacallado , 1994; Martín , 1990). Sin ir tan lejos,
en nuestro país también continúan las
sorpresas. Según la Dra. María Ángeles
Ramos (directora del proyecto Fauna Ibérica, del Museo
Nacional de Ciencias Naturales), en España se describieron
2.152 animales nuevos, casi todos invertebrados y en su mayoría
insectos, sólo entre 1994 y 2000 ( Álvarez ,
2002). Recordaremos asimismo que uno de los insectos más
grandes del mundo, un extraño weta gigante de Nueva
Zelanda, no fue descubierto hasta 1963 ( Moffet , 2002).
Conviene hacer notar que bastantes especies
descritas recientemente corren peligro de extinguirse; desde
el pequeño sapillo
del Kihansi en Tanzania, descubierto en 1996, hasta
cetáceos como la vaquita marina (también
llamada cochito , o marsopa del Golfo
de California ), descrita en 1958. ( Barroso , 2002;
Klesius , 2002; Wilson , 1994; WWF/Adena, 2002). A propósito
de cetáceos, y por increíble que parezca, en
los últimos cien años se han descubierto ¡una
docena de especies nuevas! De varias de ellas, incluyendo algunos
grandes zifios (también llamados ballenas
picudas , o ballenatos hocicudos ),
lo único que se conoce son unos pocos ejemplares varados,
o tan sólo algunos cráneos ( Harrison y Bryden
, 1991; Ralls y Brownell , 1991; Wilson , 1994, pág.
154; Morant , 1999). En 1992 (antes de la confirmación
de la última especie registrada), el Dr. Edward O. Wilson
escribió: “ La rareza y el carácter esquivo
de estas especies sugieren que hay otros gigantes oceánicos
a la espera de ser descubiertos ”.