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                ALGUNOS
                      DESCUBRIMIENTOS ZOOLÓGICOS
                      RECIENTES 
                 
 
                Dr. Fidel José Fernández
                      y Fernández-Arroyo. 
                PARTE
                II - sección a  
                 
                 Algunos
                  de los nuevos descubrimientos se refieren a especies realmente
                  singulares. Por ejemplo, en 1995 se halló en Brasil
                  el “ pájaro acróbata ” ( Acrobatornis
                  fonsecai ), “ que pasa casi todo el día colgado
                  de las ramas cabeza abajo ” ( Morant , 1999). En 1998,
                  en la República Dominicana, se encontró un saurio
                  diminuto, de 1´6 cm de longitud sin contar la cola, el jaragua
                  sphaero ( Sphaerodactylus ariasae ); que
                  tal vez sea la lagartija más pequeña del mundo,
                  junto con su congénere el gecko S. parthenopion  de
                  las islas Vírgenes Británicas, descrito unos
                  35 años antes ( Biológica , 2002). Hacia
                  1996, en la isla de Cuba, fue descubierta la rana Eleutherodactylus
                  iberia , que con apenas un centímetro de longitud
                  es una de las ranas más pequeñas que existen,
                  junto con la ranita de Cuba ( Smithillus
                  limbatus ) ( Quercus , 1997; Valledor de Lozoya
                  , 2001). Y antes, en 1923, en una remota isla del Atlántico
                  sur, la isla Inaccesible, fue descrita el ave no voladora más
                  pequeña del mundo, el rasconcillo de Tristan
                  da Cunha ( Atlantisia rogersi ), de unos
                  13-15´5 cm de longitud ( Del Hoyo et al., 1996). [Como
                  es bien sabido, la más pequeña de todas las aves
                  es el macho del colibrí zunzunito o  colibrí abeja ( Mellisuga
                  helenae ), de Cuba, de unos 5 cm de longitud ( Del Hoyo
                  et al., 1999)].
Algunos
                  de los nuevos descubrimientos se refieren a especies realmente
                  singulares. Por ejemplo, en 1995 se halló en Brasil
                  el “ pájaro acróbata ” ( Acrobatornis
                  fonsecai ), “ que pasa casi todo el día colgado
                  de las ramas cabeza abajo ” ( Morant , 1999). En 1998,
                  en la República Dominicana, se encontró un saurio
                  diminuto, de 1´6 cm de longitud sin contar la cola, el jaragua
                  sphaero ( Sphaerodactylus ariasae ); que
                  tal vez sea la lagartija más pequeña del mundo,
                  junto con su congénere el gecko S. parthenopion  de
                  las islas Vírgenes Británicas, descrito unos
                  35 años antes ( Biológica , 2002). Hacia
                  1996, en la isla de Cuba, fue descubierta la rana Eleutherodactylus
                  iberia , que con apenas un centímetro de longitud
                  es una de las ranas más pequeñas que existen,
                  junto con la ranita de Cuba ( Smithillus
                  limbatus ) ( Quercus , 1997; Valledor de Lozoya
                  , 2001). Y antes, en 1923, en una remota isla del Atlántico
                  sur, la isla Inaccesible, fue descrita el ave no voladora más
                  pequeña del mundo, el rasconcillo de Tristan
                  da Cunha ( Atlantisia rogersi ), de unos
                  13-15´5 cm de longitud ( Del Hoyo et al., 1996). [Como
                  es bien sabido, la más pequeña de todas las aves
                  es el macho del colibrí zunzunito o  colibrí abeja ( Mellisuga
                  helenae ), de Cuba, de unos 5 cm de longitud ( Del Hoyo
                  et al., 1999)]. 
                Un anfibio tan extraño como la rana
                      incubadora gástrica ( Rheobatrachus silus ),
                    de Australia, que desarrolló adaptaciones excepcionales
                    para que los renacua-jos pudieran desarrollarse dentro del
                    estómago de la madre (que previamente tragaba sus
                    propios huevos; las crías ya formadas salían
                    después por su boca), no fue descubierto hasta 1972-73;
                    y por cierto, hacia 1981 ya estaba al parecer extinguido,
                    aunque en este corto tiempo se habían comenzado a
                    obtener informaciones apasionantes (y con aplicaciones en
                    medicina) sobre su increíble sistema de reproducción
                    ( Astudillo et al., 1995, González , 2001; Márquez
                    y Lizana , 1993; Petitjean , 2002; Tyler , 1991). En
                    lo que se refiere a los anfibios, llama la atención
                    el elevado número de especies que continúan
                    descubriéndose, especialmente en zonas tropicales.
                    Solamente en Bolivia e inmediaciones, se han descrito 28
                    especies nuevas para la ciencia en la última década
                    del siglo XX, y se ha señalado “ la posibilidad
                    de realizar nuevos descubrimientos ” (ver De la Riva
                    , 1999 y 2001; De la Riva et al., 2000; Padial et al., 2000);
                    y sólo en Sri Lanka, se han hallado recientemente
                    varias docenas de especies nuevas de anfibios ( Petitjean
                    , 2002). Félix Rodríguez de la Fuente hizo  célebre
                    la nueva rana que descubrieron en 1973; en un lugar tan virgen,
                    aislado e inexpugnable como el cerro Autana, la “Montaña
                    Sagrada” de los indios, en Venezuela. Pero no es preciso
                    ir tan lejos. Por ejemplo, una criatura tan espectacular
                    como la salamandra gigante persa , que ya
                    ha sido filmada para algún documental de televisión,
                    fue registrada por primera vez hace poco más de veinte
                    años, en Irán. Mucho más cerca, la rana
                    pirenaica ( Rana pyrenaica ), de Huesca
                    y Navarra (y también de algunas localidades francesas),
                    que habita en lugares tan frecuentados como la Selva de Irati
                    y el Parque Nacional de Ordesa, pasó desapercibida
                    hasta 1990 (aunque durante la década anterior, algunos
                    especialistas ya habían anotado algunas diferencias
                    entre ciertas ranas de Ordesa y las especies conocidas),
                    y no fue descrita hasta 1993 ( Arribas y Mateos , 2000; Barbadillo
                    et al., 1999; Barrio , 1997; Bartolomé y Vega , 1998;
                    Pleguezuelos , 1997; Salvador y García París
                    , 2001; Serra-Cobo , 1993); además, por ser “ especie
                    nueva para la ciencia ”, “ no la recoge ningún
                    tratado internacional ni leyes nacionales ” ( Ayllón
                    , 2001). Otras cinco especies nuevas de anfibios han sido
                    descritas en la Península Ibérica durante el
                    siglo XX, incluyendo una en el año 2000 (el sapillo
                    moteado meridional [ Pelodytes ibericus ],
                    aunque algunos rasgos como su voz diferente ya habían
                    hecho sospechar a los investigadores casi cinco años
                    antes) ( Barbadillo et al., 1999; Barrio , 1997; Pleguezuelos
                    , 1997; Salvador y García París , 2001). Sin
                    embargo, estos últimos descubrimientos, que a menudo
                    son en realidad cambios taxonómicos (o al menos lo
                    parecen), no resultan tan espectaculares como el del sapillo
                    balear, y por otra parte no todos han estado exentos de cierta
                    polémica (ver por ejemplo Barrio , 1997, 1999; AHE,
                    1998). Como señaló Miguel Delibes de Castro
                    (2001) (pág. 173), refiriéndose a la Península
                    Ibérica, “ en la mayoría de los casos los
                    nuevos anfibios no son tan nuevos, sino viejos conocidos
                    que estrenan nombre, pues previamente se consideraban incluidos
                    en otra especie ”.
célebre
                    la nueva rana que descubrieron en 1973; en un lugar tan virgen,
                    aislado e inexpugnable como el cerro Autana, la “Montaña
                    Sagrada” de los indios, en Venezuela. Pero no es preciso
                    ir tan lejos. Por ejemplo, una criatura tan espectacular
                    como la salamandra gigante persa , que ya
                    ha sido filmada para algún documental de televisión,
                    fue registrada por primera vez hace poco más de veinte
                    años, en Irán. Mucho más cerca, la rana
                    pirenaica ( Rana pyrenaica ), de Huesca
                    y Navarra (y también de algunas localidades francesas),
                    que habita en lugares tan frecuentados como la Selva de Irati
                    y el Parque Nacional de Ordesa, pasó desapercibida
                    hasta 1990 (aunque durante la década anterior, algunos
                    especialistas ya habían anotado algunas diferencias
                    entre ciertas ranas de Ordesa y las especies conocidas),
                    y no fue descrita hasta 1993 ( Arribas y Mateos , 2000; Barbadillo
                    et al., 1999; Barrio , 1997; Bartolomé y Vega , 1998;
                    Pleguezuelos , 1997; Salvador y García París
                    , 2001; Serra-Cobo , 1993); además, por ser “ especie
                    nueva para la ciencia ”, “ no la recoge ningún
                    tratado internacional ni leyes nacionales ” ( Ayllón
                    , 2001). Otras cinco especies nuevas de anfibios han sido
                    descritas en la Península Ibérica durante el
                    siglo XX, incluyendo una en el año 2000 (el sapillo
                    moteado meridional [ Pelodytes ibericus ],
                    aunque algunos rasgos como su voz diferente ya habían
                    hecho sospechar a los investigadores casi cinco años
                    antes) ( Barbadillo et al., 1999; Barrio , 1997; Pleguezuelos
                    , 1997; Salvador y García París , 2001). Sin
                    embargo, estos últimos descubrimientos, que a menudo
                    son en realidad cambios taxonómicos (o al menos lo
                    parecen), no resultan tan espectaculares como el del sapillo
                    balear, y por otra parte no todos han estado exentos de cierta
                    polémica (ver por ejemplo Barrio , 1997, 1999; AHE,
                    1998). Como señaló Miguel Delibes de Castro
                    (2001) (pág. 173), refiriéndose a la Península
                    Ibérica, “ en la mayoría de los casos los
                    nuevos anfibios no son tan nuevos, sino viejos conocidos
                    que estrenan nombre, pues previamente se consideraban incluidos
                    en otra especie ”.