LA MOCHILA DEL NATURALISTA
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ALGUNOS DESCUBRIMIENTOS ZOOLÓGICOS RECIENTES

Dr. Fidel José Fernández y Fernández-Arroyo.

PARTE III - sección c

Cuadro de texto:    Muchos descubrimientos faunísticos (y también, buena parte de las extinciones recientes) se han producido en islas. En la imagen, el busardo malgache o ratonero de Madagascar (Buteo brachypterus), descrito en 1860, es un ejemplo de especie que se reproduce más lentamente que otros congéneres continentales (pues la pareja pone dos huevos y no suele sacar adelante más de un pollo en cada temporada). (Fotografía: Daniel Magnenat. Madagascar. Junio de 1998).       El morito de la puna (Plegadis ridgwayi) fue descrito en 1876, pero aún no se sabe casi nada de su alimentación en las tierras altas donde vive (habitualmente, a 3.500-4.800 metros sobre el nivel del mar). (Fotografía: Juan José Ramos Encalado. Tiuhuanaku, Bolivia. 24 de julio de 1997).     Actualmente, existen especies animales oficialmente “extinguidas” que tal vez podrían no estarlo. Uno de los ejemplos más célebres y controvertidos, y que más expediciones y trabajos ha motivado, lo constituye el misterioso tilacino o lobo marsupial o tigre de Tasmania ( Thylacinus cynocephalus ), el mayor de los marsupiales carnívoros (aunque en tiempos prehistóricos los hubo mayores; ver por ejemplo White y Habgood , 1985), cuyo último ejemplar conocido murió en el zoológico de Hobart (Tasmania) el 7 de septiembre de 1936 (el mismo año en que fue protegida la especie); pero de cuya posible supervivencia (en Tasmania, o en Australia, o incluso en Nueva Guinea) continúan apareciendo bastantes indicios (ver Morant y Bonet , 1998a; Patón y Merchante , 1989). También se ha dudado de la supuesta extinción de un mono africano, el colobo rojo de Miss Waldron ( Colobus [Procolobus] badius waldroni ), descubierto en 1933-36; y del que no ha habido noticias desde la década de los setenta, a pesar de los grandes esfuerzos realizados para buscarlo en distintas áreas (ver Arias , 2000; Dorst y Dandelot , 1973).

Otro caso bien notable, esta vez entre las aves, se refiere al rascón de Nueva Caledonia o de Lafresnaye ( Gallirallus lafresnayanus ), incapaz de volar y capturado por última vez en 1890, que se creyó extinguido y del que no se han registrado observaciones fiables, hechas por ornitólogos, durante un siglo; pero del que ha seguido habiendo diversas noticias locales, por lo que algunos piensan que quizás sobreviva aún, a pesar del fracaso de las búsquedas realizadas en diferentes zonas de la citada isla del Pacífico ( Del Hoyo et al., 1996). No es la única ave insular en situación un tanto parecida; por ejemplo, se cree que está prácticamente extinguida la curruca de la maleza de Aldabra ( Nesillas aldabranus ), pájaro descubierto en 1968 en esta isla del Océano Índico ( Valente , 2002).

También pueden mencionarse varios casos de aves asiáticas de las que no ha habido ni una sola cita reciente. Por ejemplo, el esquivo pato cabecirrosa ( Rhodonessa caryo-phyllacea ), único en su género y posiblemente extinguido, aunque han seguido organizándose expediciones en su búsqueda; la última observación segura en libertad tuvo lugar en 1935 (ha habido noticias posteriores, pero sin confirmar), y los últimos ejemplares cautivos murieron en Europa en 1944/45 ( Del Hoyo et al., 1992, 2002). Otro caso interesante, ya citado antes, se refiere al tarro crestado . Por otra parte, de la perdiz del Himalaya o perdicilla himalaya ( Ophrysia superciliosa ), única en su género, no se conoce ninguna noticia segura desde hace más de un siglo, aunque ha habido citas no confirmadas; se ha dicho de ella que “ el estado de su población es un enigma y resulta extremadamente difícil obtener información ” ( Arias , 2002b; Del Hoyo et al., 1994, 2002). De la avefría javanesa ( Vanellus macropterus ), de aspecto un tanto peculiar, la última observación conocida se produjo en 1939-40 ( Del Hoyo et al., 1996, 2002). Otros ejemplos se refieren a la bonita paloma plateada ( Columba argentina ), de la que no constan registros fiables en los últimos años (aunque se la ha buscado); a la paloma de corazón dorado o paloma apuñalada de Tawitawi ( Gallicolumba menagei ), que no ha sido observada por ornitólogos desde hace décadas, aunque la población local continúa señalando su presencia en algunos islotes; a la controvertida paloma de la fruta de Negros (o tilopo de Negros ) ( Ptilinopus arcanus ), que fue descubierta en 1953, y de la que no ha habido noticias posteriores; al “casi invisible” cuco terrestre de Sumatra ( Carpococcyx viridis ), que no ha sido observado (que sepamos) desde 1916, y del que sólo existen ocho especímenes disecados en los museos [curiosamente, todos ellos proceden de zonas donde también está o estaba presente un rinoceronte peludo gravemente amenazado, el rinoceronte de Sumatra ( Dicerorhinus sumatrensis )]; al autillo de Siau ( Otus [manadensis] siaoensis ), del que no ha habido citas desde hace más de cien años, y que ha sido buscado sin éxito por dos expediciones recientes; y al papamoscas azul de Rueck ( Cyornis ruckii ), conocido por dos ejemplares hallados en Sumatra en 1917 y 1919, y sin citas posteriores ( Arias , 2002b; Del Hoyo et al., 1997, 1999; Grimmett y Sumarauw , 2000).

Cuadro de texto:    El petrel gigante o abanto marino antártico (Macronectes giganteus) (en la imagen) es una gran ave carroñera (el “buitre del mar”), de las latitudes frías del Hemisferio Sur. Se consideraba único en su género, pero en 1912 se separó como especie distinta el petrel de Hall o abanto marino subantártico (Macronectes halli); siendo curioso que, en esta segunda especie, también llamada petrel gigante del norte, los machos son esencialmente carroñeros y las hembras no. (Fotografía: Juan Antonio Fargallo Vallejo. Isla Decepción, en las Shetlands del sur. 1999).    Por otra parte, un reptil casi “virtualmente extinguido” es la tortuga gigante de la isla de Pinta ( Geochelone [ Chelonoidis ] elephantopus abingdoni ), en las Galápagos. De esta raza se conoce desde hace más de treinta años un único superviviente (un macho, “Jorge el Solitario”, que fue encontrado en 1971); a pesar de los múltiples esfuerzos realizados (y de la recompensa ofrecida) para localizar una hembra. (Sin embargo, parece que en 1981 fueron hallados excrementos de tortuga en la isla, lo cual hizo renacer alguna esperanza; pero no ha habido más indicios, que sepamos). Una de las razas consideradas ya como extinguidas, de la enorme tortuga terrestre de Galápagos, es la subespecie G. e. phantastica de la isla Fernandina (“ la más extraña de las tortugas gigantes ”, como indica Manuel Merchán); que estuvo durante mucho tiempo en una situación parecida, pues el último superviviente fue un macho encontrado en 1906 ( Bartolomé , 2001; Merchán , 1992).

Precisamente en las islas Galápagos, una expedición española descubrió, en 1990, 35 especies nuevas para la ciencia, sobre todo de fauna cavernícola; incluyendo mosluscos, insectos y alguna araña; y al parecer, el año siguiente se encontraron varias especies más (ver Bacallado , 1994; Martín , 1990). Sin ir tan lejos, en nuestro país también continúan las sorpresas. Según la Dra. María Ángeles Ramos (directora del proyecto Fauna Ibérica, del Museo Nacional de Ciencias Naturales), en España se describieron 2.152 animales nuevos, casi todos invertebrados y en su mayoría insectos, sólo entre 1994 y 2000 ( Álvarez , 2002). Recordaremos asimismo que uno de los insectos más grandes del mundo, un extraño weta gigante de Nueva Zelanda, no fue descubierto hasta 1963 ( Moffet , 2002).

Conviene hacer notar que bastantes especies descritas recientemente corren peligro de extinguirse; desde el pequeño sapillo del Kihansi en Tanzania, descubierto en 1996, hasta cetáceos como la vaquita marina (también llamada cochito , o marsopa del Golfo de California ), descrita en 1958. ( Barroso , 2002; Klesius , 2002; Wilson , 1994; WWF/Adena, 2002). A propósito de cetáceos, y por increíble que parezca, en los últimos cien años se han descubierto ¡una docena de especies nuevas! De varias de ellas, incluyendo algunos grandes zifios (también llamados ballenas picudas , o ballenatos hocicudos ), lo único que se conoce son unos pocos ejemplares varados, o tan sólo algunos cráneos ( Harrison y Bryden , 1991; Ralls y Brownell , 1991; Wilson , 1994, pág. 154; Morant , 1999). En 1992 (antes de la confirmación de la última especie registrada), el Dr. Edward O. Wilson escribió: “ La rareza y el carácter esquivo de estas especies sugieren que hay otros gigantes oceánicos a la espera de ser descubiertos ”.